La deuda crece más que la economía. Y no hablamos de estos dos años de pandemia, ya lo hacía en 2019. Mientras en países del norte, los Estados siguen inyectando dinero en la economía para recuperarse de la crisis del covid, en los países del sur ya empiezan a escuchar las mismas recetas que en crisis anteriores. ¿Qué tienes mucha deuda? Pues aquí tienes otro préstamo. ¿Qué no puedes devolverla? Pues austeridad, recortes y ajustes estructurales. Mientras tanto, varios países rozan el default —suspensión de pagos—, otros no tienen para comprar vacunas porque “lo primero es siempre pagar la deuda” y la bola mundial no hace más que crecer.
Cuando unos activistas realizaron la Consulta Social por la Abolición de la Deuda Externa en marzo de 2000, Iolanda Fresnillo ya estaba allí. Lleva más de dos décadas a sus espaldas en el activismo contra la deuda ilegítima e ilegal y su uso como herramienta de sometimiento, formando parte de movimientos sociales como la Plataforma por la Auditoría Ciudadana de la Deuda (PACD) o en organizaciones como el Observatorí del Deute en la Globalització (ODG). No, no es economista, como dice en su perfil de Twitter, y es posible que eso sea lo que le facilita observar la economía desde una perspectiva verde, feminista y social.
Ahora, desde su posición en European Network on Debt and Development (Eurodad) como manager de incidencia y políticas en deuda, sigue estudiando y analizando los efectos de la deuda sobre los países del sur global, sobre la crisis climática y cómo ha engordado tras la pandemia porque, como dice ella, “los mercados financieros fueron los únicos que no hicieron confinamiento”. Nunca ha perdido su faceta activista y se la puede seguir viendo en manifestaciones como la organizada para paralizar la ampliación del aeropuerto de Barcelona. Eso sí, ahora se sienta en reuniones con representantes de la OCDE y tiene “el WhatsApp de uno del FMI que me facilita la información que pido para mis estudios”.